20 de abril del 90: La Polla Records, Quemando Ruedas y Los del Rayo

Quizá a algun@ de vosotr@s os haya venido a la cabeza la canción de los Celtas Cortos «20 de Abril» al empezar a leer el título de esta entrada. Nada más lejos de la realidad. La fecha hace alusión al día en el que asistí a mi primer concierto de rock pagando la entrada. Anteriormente había asistido a conciertos gratuitos, algunos de colegas, alguno en el que yo tocaba la guitarra en nuestro grupo del cole «Kaos Etílico», o a alguno que forma parte de la memoria sibarita de unos pocos elegidos como lo es el «Rock’n’Sec Festival», celebrado del 21 de noviembre de 1987 en «La Carbonera», en Barcelona, donde actuaron las bandas Zenit, Hathor y Akelarre.

Pero nada comprable a lo que nos iba a deparar el concierto de los de Agurain y sus teloneros. Yo era un imberbe que iba por la vida con aires de pseudo-punk, al igual que la gran mayoría de mis colegas. Estoy convencido de que si nos pudiese ver a través de unos prismáticos temporales vería a unos niños vestidos con botas, pantalones vaqueros, camiseta de alguna banda o reivindicativa y camisa a cuadros por encima que, a pesar de tener mucha actitud, carecíamos de demasiada imagen. No sé si me explico. Bien, la cuestión era que teníamos nuestras entradas (que supongo que compraríamos en alguna de las tiendas de discos de la calle Tallers de Barcelona), conseguidas después de pagar mil pesetas por ellas (¡actitud punk a tope!) y solo nos quedaba esperar a que llegase el día del evento.

La Polla Records

La Polla Records acababa de lanzar uno de sus mejores discos: «Ellos dicen mierda nosotros amén». A nivel musical creo que dieron unos cuantos pasos hacia delante y con en este nuevo LP empezaron a juguetear con sonoridades y elementos que quedaban más allá de lo que clásicamente se había entendido por «Rock Radical». Esta evolución tuvo una consecuencia posterior que fue la publicación del álbum «Los jubilados», un extraño experimento musical para una banda autodefinida como de «punk-patatero», el cual recomiendo que volváis a revisar.  A nivel de letras, pues qué queréis que os diga, si lo que queréis saber es lo que todo aquello que escuchábamos significó para toda una generación, os invito a que releáis el fantástico artículo que sobre el «Rock Radical Vasco» publicó Álex hace unos meses en este mismo blog. Todo lo que explica es aplicable a los menajes del disco, pero hay un tema, precisamente el que le da nombre, que creo que es un himno generacional sin parangón ni comparación con ningún otro de aquellos días. Disfrutad de él, yo nunca me canso de hacerlo:

Llegó el día del concierto. Quedamos por la tarde con el resto de colegas en un bar del Raval que creo recordar que se llamaba «Chistu» (no estoy demasiado convencido de esto, pero sí estoy seguro de que estaba en la calle del Tigre) y empezó el baile de cervezas. Una, dos tres… no sé, no os podría precisar. Allí, alguien contactó con uno de los camellos del barrio y entre unos cuantos, a cien pesetas por cabeza, compramos un talego de chocolate (artículo lúdico que yo jamás había probado hasta la fecha… sin duda iba a ser un día cargado de nuevas experiencias). De camino hacia el Palau d’Esports, recinto donde se celebraba el evento, paramos en una bodega (sí sí, de aquellas con olor a vino rancio al entrar) y compramos un tetrabrick de Don Simon y una botella de dos litros de Coca-Cola. Exigimos por eso al tendero que nos diese una bolsa de plástico ya que era lo que íbamos a utilizar como coctelera para preparar un refrescante, turbio y peleón calimotxo. La técnica, por si algún día sentís la necesidad de llevarla a cabo, era muy sencilla: verter el contenido de la botella y del tetrabrck en la botella de plástico, remover un poco y volver a llenar tanto botella como brick. El resultado era perfecto, el método… vale, lo reconozco, era un poco asqueroso pero, ¿qué queréis? ¿Éramos punkies o niños pijos con sus pijos cubatas y sus pijas discotecas?

Artículo previo del día 19 de abril sobre el concierto publicado en La Vanguardia
Artículo previo del día 19 de abril sobre el concierto publicado en La Vanguardia

Al llegar a los aledaños del recinto nos encontramos con un par de colegas que estaban hablando con un tipo, un poco mayor que nosotros, que estaba sangrando profusamente y tenía toda la cara roja. Nos explicaron que se había encontrado con un grupo de skins y que le habían dado bien. En aquellos tiempos, en Barcelona, la rivalidad entre bandas era muy grande. Tanto, que las palizas entre unos y otros eran el pan nuestro de cada día y si los skins sabían que La Polla Records actuaba en la ciudad, no iban a dejar pasar la oportunidad de golpear algunas cabezas solitarias colocándose en sitios estratégicamente seleccionados para no ser demasiado vistos. Aquel tipo tuvo mala suerte. Recuerdo que nosotros íbamos en grupo para evitar estas situaciones y que más de uno, entre los que me incluyo, llevábamos algún mosquetón o similar por si llegaba el momento de defendernos. Por suerte no se dio la situación que, en mi caso particular, hubiese sido ridícula ya que como cobarde reconocido que soy, lo primero que hubiese hecho hubiese sido empezar a correr como un desesperado con la esperanza de que no me atrapasen. ¿Para qué entonces el mosquetón vista mi «valentía»? bueno, como mucho creo que lo utilicé para llevar las llaves de casa colgadas de él.

Entre los nervios, las cervezas, los porros y las escenas sangrientas acabamos entrando tarde y mareados… muy tarde y muy mareados. Los Quemando Ruedas estaban ya acabando. De ellos recuerdo por eso el temazo «La poli te protege»:

Buscamos estratégicamente un lugar en las gradas para sentarnos y por suerte lo encontramos. A los pocos minutos empezaron a tocar Los del Rayo, de los que sinceramente os digo que no recuerdo casi nada de su actuación, yo estaba allí por La Polla y poco o nada me interesaban los teloneros, actitud que con los años he aprendido a modificar, a veces los teloneros te pueden dar muy gratas sorpresas. En mi memoria sí que quedó por eso la presentación que hicieron de este tema. «¡¡Somos hijos de la EXTREMA, somos hijos de la DURA, somos hijos de la EXTREMA Y DURA!!»:

Recuerdo una bonita y nostálgica anécdota que me sucedió mientras sonaban sus guitarras. Estábamos en las gradas, sentados, y el colega que estaba a mi lado decidió ir al lavabo. «Guárdame el sitio, ¿eh?» me dijo. A los pocos segundos de que hubiese partido en pos de aligerar su joven bufeta, un tipo con muletas, aspecto cansado y chaqueta de cuero llena de parches se plantó a mi lado y me dijo: «¿Me puedo sentar un momento? Solo un momento y luego me piro». Para mis adentros pensé: «Joder, ahora vendrá el otro y se picará» Pero yo, a pesar de todo aquello del punk y hostias, pues era un buen chaval y, deduciendo que el pobre hombre debía estar cansado le dije que sí. Cuál fue mi sorpresa al ver que su única motivación para sentarse era la de prepararse un buen «nevadito», es decir un cigarrillo lamido y «bañado» con coca (no la de la panadería no, la de Colombia). El tipo se lo encendió, me dio un par de caladas (de las cuales casi no me tragué nada por miedo a los efectos desconocidos de aquella sustancia) y se piró a otro lado a los segundos de haberse sentado con sus muletas y su cigarrillo de la risa hipervitaminado.

La Polla Records salieron a escena con mucho retraso. La gente se estaba poniendo nerviosa y el ambiente se caldeó en exceso. Entonces dios-Evaristo apareció al grito de «¡Quiero un bueyyyy!». En cuanto empezaron a tocar el pabellón se volvió loco. Y lo cosa solo fue a más, más y más. Nosotros, más chulos que nadie decidimos bajar a la pista para meternos en algún pogo. Pero al llegar abajo me pilló por banda un tío con cresta que iba más que pasado de vueltas y me quiso pegar. Me escabullí como pude y volví a subir a las gradas. Las emociones ya empezaban a ser demasiadas para un solo día. Desde las alturas fui observando cómo la cosa, a cada canción que pasaba, se iba poniendo más y más tensa. Los de seguridad empezaron a lanzar una especie de gases que provocaron una avalancha en sentido inverso al escenario. Cuerpos pisoteados, empujones, gente con los ojos llorosos por el gas… A uno de mis amigos le dieron directamente con aquella sustancia y se le puso la cara roja, los ojos inflados y respiraba con dificultad. Todo aquello llevó a lo que vino después. La cosa llegó al nivel de batalla campal. Botellas lanzadas al escenario, gente intentando agredir a los de seguridad, asientos arrancados de las gradas que acabaron sobre el equipo de sonido…

El concierto terminó en desastre y La Polla Records no pudo volver a tocar en la capital catalana hasta muchos años después. Sí que lo hicieron en los pueblos de alrededor pero en Barcelona fueron vetados por mucho tiempo. Como si ellos hubiesen tenido la culpa. No soy yo nadie para juzgar quien fue el culpable de aquello, la gente, el espacio, la seguridad… pero jamás tuve la sensación de que fuera la banda quien incitó a la violencia… o quizá sí que lo hicieron y yo ni me enteré (recordad la mezcla de sustancias que, en pequeña pero efectiva cantidad, ya corrían por mis venas).

La_Polla_Records-Ellos_Dicen_Mierda,_Nosotros_Amen-Frontal

De camino hacia casa, evitando encontrarnos con alguna banda de skins desperdigada, a mí solo me quedaba vivir una última experiencia. A llegar cerca de mi calle vi la figura de un hombre vestido con traje en la distancia. Era raro, aquel barrio, aquella hora, un tipo bien vestido… Al irme acercando la figura cada vez me iba siendo más y más familiar. A los pocos metros mis peores sospechas se confirmaron. Era mi padre. Estaba esperándome con cara de muy pocos amigos y es que ya eran más tarde de la una de la madrugada y yo les había dicho a mis progenitores que estaría en casa a eso de las diez y media, a las once como muy tarde. Quizá no os lo he dicho hasta ahora pero todo esto pasaba mientras yo no había cumplido ni los dieciséis, y en casa de mis padres, por muy de punk que fueses por la vida, los horarios eran los horarios y se tenían que respetar. La bronca que me cayó fue tan épica como épico había sido el día hasta ese momento. No entraré en más detalles pero os aseguro que aquello fue el colofón a una jornada que para mí fue uno de los días que más recuerdo de mi adolescencia. Hubo de todo, bueno de todo no, como habéis visto hubo drogas y rock’n’roll, el sexo quedó aparcado en aquella ocasión, para otro día.

¿Cómo fue vuestro primer concierto? ¿Lo recordáis?

Tomad la medicación…