Canciones políticamente incorrectas, hoy: «Al pasar la barca»

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Poco a poco el inexorable paso de los días nos está acercando peligrosamente al calor y, por ende, al verano. El verano sí, esa época de regocijo vacacional donde el disfrute de la compañía de los seres queridos durante los periodos de vacaciones puede llevar a la locura a la mente más cuerda del asilo, sobre todo si entre la retahíla de personajes y personajillos que te acompañan al monte o a la playa hay niños. Los niños sí, esos seres que inundan de alegría cualquier lugar con sus chanzas, chascarrillos y travesuras, esos pequeños diablillos que pueden convertir un precioso y plácido día soleado en una peregrinación eterna al servicio de urgencias más cercano gracias a alguno de sus circenses actos teatrales dirigidos a imitar a su super héroe preferido. Y lo peor de todo es que todos y todas hemos sido como ellos. Mal que nos pese tod@s hemos estropeado alguna tarde de tranquilidad a nuestros progenitores. Mi madre tenía una técnica para que mi hermana y yo no diésemos demasiado la vara: enseñarnos juegos populares de tradición oral que han ido pasando de padres a hijos, generación a generación, y que básicamente sirven para que los críos se entretengan y no molesten.

niño gamberro
El niño Melitón Seisdedos a punto de estropear las tres semanas de vacaciones de sus progenitores por ingesta de sapo alucinógeno.

Uno de estos juegos era el de saltar a la comba: barato, relativamente poco peligroso a no ser que se practicase en una pendiente demasiado pronunciada, al borde de un precipicio o a lado de una alcantarilla sin tapa y te servía para mantener tonificados los músculos del tronco inferior. Así que ya sabéis viejun@s, si dentro de vuestras previsiones vacacionales cabe la posibilidad de que haya niña alrededor sed precavidos y armaos con una comba o una cuerda que pueda hacer de comba y añadidla al contenido de vuestra maleta, no ocupa demasiado y os puede dar alguna que otra tarde de tranquilidad.

No os voy a explicar como se juega a la comba, pero sí que os haré notar que hay una cosa primordial para conseguir jugar correctamente (a parte evidentemente de una cuerda lo suficientemente larga): una cadencia estable acorde entre el ritmo de la cuerda y el ritmo de los saltos que se realizan para evitar chocar con la susodicha. A falta de un metrónomo (uno de mis más absurdos objetos de deseo sobre el cual quizá algún día os hable), la manera más barata de conseguirla era a través de la interpretación de una canción. Y, de entre algunas otras, una de las más salvajes y con un mensaje más oscuro y, podría llegar a decir ilegal, es la que hoy nos ocupa. Pero dejémonos de preámbulos que solo sirven para cubrir el cupo de palabras por post que solo leerá una inmensísima minoría, y vayamos al tema que nos ocupa. Empecemos.

Al pasar la barca,
me dijo el barquero.

Empieza mal la cosa. Y no es porqué haya un mensaje oculto o extraño en la frase, simplemente es porqué esto ya le sonaba a viejuno a un niño de los ochenta, imaginaos la implosión de neuronas que podría provocar en el tierno cerebro de un infante del siglo XXI. Ya he visto cabinas telefónicas más allá de la pantalla de un televisor, he subido a autobuses donde había un hombre detrás de un cristal cuyo único cometido era el de venderte un billete e incluso he visto un Gulliver gigante sentado sobre la puerta del Corte Inglés de la Plaza Cataluña de Barcelona, pero nunca, os aseguro que nunca, he visto el más mínimo rastro de un barquero ni de su barca en la ciudad donde vivo (aunque pensándolo mejor quizá no sea tanto por la no existencia del personaje o del objeto sino más bien porque por el centro de mi ciudad no hay ningún río que se tenga que cruzar. Y… pensándolo aún mejor, en el parque de la España Industrial sí que había barcas, pero no barqueros).

Cosas que yo he visto y no creeríais.
Cosas que yo he visto y no creeríais.

Prosigamos:

las niñas bonitas
no pagan dinero.

Aquí hay mucha tela que cortar. Recapitulemos lo expuesto en tan solo 14 palabras y 4 versos. Tenemos una escena bucólica campestre donde una indefensa niña quiere cruzar a la otra orilla del río. En estas, un barquero sin nombre (del podemos deducir por la atribución de una profesión que es un adulto) se ofrece para realizar el trayecto para nuestra anónima protagonista a cambio de nada. ¿De nada? Bueno, cuidado niña que a los barqueros los carga el diablo (y los descargan las prosti%$&S). Yo entiendo que la niña no era tonta y su madre bien le había enseñado a evitar este tipo de afrentas y, en un principio, renuncia al ofrecimiento del listillo de turno. Otras posibles situaciones serían que el hedor a alcohol del tipo espantase a la pre-púber mozuela o que ésta, en primera instancia, afectada por un leve problema de audición, no escuchase correctamente al barquero. La historia continua:

Al volver la barca
me volvió a decir:
las niñas bonitas
no pagan aquí.

Yo aquí no veo lugar para la duda. Como en la película: «El barquero siempre llama dos veces». El tipo es un sátiro consumando ávido de la compañía de jovencitas inocentes cuyo único propósito es el de aprovecharse de alguna oscura manera de ellas. La insistencia, la reafirmación de la supuesta belleza de la niña, y la babosidad y ranciedad extrema del machismo expresado en lo dicho por el barquero nos indica que se trata claramente de un pedófilo en busca de una inocente víctima.

Apu Mucharán fue confundido con el barquero de la canción pero salió libre de todos los cargos a las pocas horas de ser detenido.
Apu Mucharán fue confundido con el barquero de la canción pero salió libre de todos los cargos a las pocas horas de ser detenido.

Supongo que la tensión en el ambiente llegados a este punto se podía llegar a cortar con tijeras, pero cuando nuestra protagonista parecía condenada a sufrir vete tu a saber qué inenarrables torturas ideadas por la mente enferma del barquero, un genial cambio de actitud, un giro inesperado de la situación, salva a nuestra querida niña:

Yo no soy bonita
ni lo quiero ser.

¡Toma ya chaval! La niña de aspecto frágil y delicado no era tan tonta como parecía. ¡Chúpate esa «moja-remos»! ¡Anda y vete a remar a la montaña pardillo!

Las niñas bonitas
se echan a perder.

Cuanta sabiduría atesora esta niña, seguramente había leído a los filósofos clásicos y debatido sobre ellos en su grupo de lectura. Lo efímero de la belleza, la inutilidad del culto al cuerpo, la magnificencia del ser interior y el desprecio hacia lo superficial resumidos en seis sencillas palabras (todo eso y el desconocimiento de los conceptos «cirugía estética», «rinoplastia» y «liposucción» por parte de nuestra pequeña amiguita). Y lo más importante: un halo de esperanza. Quizá la niña se salvará. Seguramente no por superar al barquero en un combate cuerpo a cuerpo sino que podemos ver que a través de la dialéctica y la deducción lógica ella será capaz de mantener la mente del susodicho aturdida a base de raciocinio lógico hasta que, como mínimo, llegue alguien a quién aferrarse para poder huir.

Como soy tan fea
yo lo pagaré.

Aquí quizá la niñita se esté pasando de lista. O quizá no… Quizá nos encontremos en realidad ante uno de los más grandes adefesios conocidos y autorreconocidos por la humanidad y toda la situación relatada en la canción vino dada por la distancia de la orilla a la que se encontraba el barquero. ¿Realmente era tan y tan fea? ¿Era un callo malayo? ¿Era más fea que pegarle a un padre? ¿No se trataría en realidad de la quimérica hija del Fary chupadora de limones? ¿El feto is in da house? ¿Dónde está la mosca, aquí o aquí? Sea como sea lo que sí podemos deducir es que se trataba de una pedante adinerada por el despreció y desdén que demuestra al final de la frase.

Nuestro experto en retratos robot ha realizado esta aproximación al posible aspecto de la niña.
Nuestro experto en retratos robot ha realizado esta aproximación al posible aspecto de la niña.

Dándole vueltas al coco se me ha pasado por mi viejuna menta que quizá se tratase de la hija pequeña de algún adinerado terrateniente a quien, en vista de la fealdad y su chulería académica, su padre había enviado más allá del río para que ingresase en un convento. ¿Estoy loco? Bueno quizá un poco sí, pero agarraos bien a vuestra silla y leed, pausada y relajadamente el verso final de la canción:

Arriba la barca
de Santa Isabel

¿Qué? ¿Nada? Claramente la niña hace referencia a la beata Isabel Vendramini, nacida en Italia en 1790, beata de la iglesia católica y fundadora de, tachán tachán… las Hermanas Isabelas de la Tercera Orden de San Francisco (o Franciscanas), es decir, una orden de monjas. Y vale, ya sé que ahora saldrá el típico listo/lista que dirá: «pero si la canción dice Santa, no beata». Pero querido amigo «menos listo de lo que crees»: ¿acaso no es el afán de todo penitente seguidor de un beato que éste sea llevado a los altares por elevación a estatus de santo? Ay, ay, ay viejun@s, es que se os tiene que explicar todo.

Así que ya tenemos toda la secuencia lógica de lo que nos quiere explicar la canción, a saber en orden cronológico:

  • Una menor poco agraciada y marisabidilla se dirige a su destino final impuesto por su cruel padre: acabar sus días entre los muros de un convento
  • Para llegar al convento en cuestión (de las hermanas Franciscanas Isabelinas), la niña debe cruzar un río
  • Un barquero (y presunto pedófilo) con ganas de matraca intenta por dos dos veces aprovechar su posición de poder para poder abusar de la menor
  • La menor, a través de la dialéctica, desarma al presunto pederasta
  • La menor, venida a más gracias a su victoria, tiene una revelación mística: decide dedicar su vida a conseguir la canonización de la beata Isabel Vendramini

Por desgracia poco o absolutamente nada podemos deducir de lo que acabó siendo del barquero, desapareció para siempre en el limbo de la sabiduría popular, espero que lo acabasen deteniendo, condenando y torturando (que estoy en contra de la pena de muerte pero la tortura nunca le ha hecho daño a mal a un pederasta). No es bueno para la sociedad que existan personajes de este tipo. Corre el rumor (no confirmado) que huyó y se convirtió en el protagonista de otra canción políticamente incorrecta: Don Federico, de la que os hablé hace un tiempo aquí. Lo que sí podemos saber es que la niña desperdició su vida ya que, a día de hoy, Isabel Vendramini sigue siendo beata y no santa. La canción acaba siendo pues, una historia triste interpretada magistralmente en el siguiente video por Morgan Freeman:

¿Recordáis más canciones para saltar a la comba viejun@s? Contad, contad con nostalgia (¡qué recuerdos!) todo lo que os venga a la mente.

Tomad la medicación…

Creo que era necesario añadir la imagen de una comba pero no he sido capaz de ubicarla en otro sitio del post así que la pongo al final.
Creo que era necesario añadir la imagen de una comba pero no he sido capaz de ubicarla en otro sitio del post así que la pongo al final.